Politización y universidad : esbozo de una pragmática histórica de la política en la Argentina.

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Fecha
1999Autor
Neiburg, FedericoResumen
El mundo de los estados nacionales modernos se formó construyendo la política, al mismo tiempo, como un principio de unidad y de diferenciación. Un examen de la filosofía y de la ciencia política consagradas en Occidente podría mostrar cómo, aunque con variaciones, la política fue entendida, de un lado, como un principio de identificación (de aliados y de enemigos), distinguiendo “comunidades políticas” como el partido, la ciudad o la nación; y de otro, como un dominio separado de otros, un mundo de profesionales, con reglas y valores propios, diferente, por ejemplo, del mundo de la religión o de la familia. Así, la política fue aislada de forma negativa, a través del sentimiento de que su presencia puede perturbar los lazos sociales construidos en otros dominios de la vida social, y, al mismo tiempo, de forma positiva, por la suposición de que es posible una buena política –la política pura, un sinónimo de la “gran política” asociada a entidades colectivas como el Estado, y opuesta a la “pequeña política” contaminada de relaciones y de lealtades personales–. En esa representación se mezcla un argumento histórico y un argumento ético. El primero describe un proceso de autonomización progresiva de dominios sociales y culturales, la gradual politización de las varias esferas de la vida social y la secularización de las religiones, con la invención de las “religiones cívicas” y de las ideologías de los partidos y del nacionalismo; describe, también, la nacionalización de la “patria”, hasta entonces una noción limitada a la aldea o al territorio habitado por la familia. El segundo es un argumento normativo que formula una ideal de buena sociedad asociado a la pacificación, a la eliminación del uso de la fuerza física del mundo social y a la condena moral y jurídica de la violencia. Supone que, en el mundo de la racionalidad moderna, el contacto entre dominios diferentes corrompe, debe ser considerado como un rasgo transicional o como una anomalía, y que el uso de la fuerza física en la política sólo puede ser visto negativamente, como anomia.