Reproches y anhelos del antiintelectualismo.
Abstract
La ciudad letrada abreva en uno de los tópicos más invocados por el antiintelectualismo: la connivencia del intelectual con el poder. Pero como intentaremos mostrar en esta breve intervención, este argumento no se propone anular el protagonismo intelectual, sino por el contrario reafirmarlo. Según Rama, en sus múltiples metamorfosis históricas, el letrado ha asumido en América Latina la impugnable tarea de servir y a la vez reproducir el poder. Actividad que se arroga por la posesión de un monopolio y su simultánea sacralización: la de la letra en medio de una sociedad analfabeta. Es así como aquellos que deberían ser agentes de cambio –los intelectuales– aparecen asociados con la tradición en una región asolada por perennes desigualdades. La letra y sus ejecutantes tienen además la concomitante función de asfixiar la heterogeneidad cultural. Lo otro, lo híbrido, lo subalterno, lo rural –lo “oral” en la terminología del uruguayo– queda por lo tanto encorsetado en los moldes diseñados por una élite culta, que es por antonomasia urbana. El antiintelectualismo de Rama se funda en la creencia en la omnipotencia transformadora de la letra: el intelectual es capaz de “arrasar” con todo aquello que se oponga a su hegemonía.