Río 2016 : en negocio urbano (o sin pan ni circo)
Abstract
Recuerdo el momento en que supe que Río de Janeiro había ganado la organización de los Juegos Olímpicos. Estaba en Ciudad de México y me enteré al abrir el periódico. Me alegré como latinoamericano por vocación: por primera vez se celebrarían en América del Sur. Solamente se habían realizado en México en 1968 y el recuerdo quedó empañado por la masacre de Tlatelolco. El periódico mostraba un dibujo en el que se localizaban las principales actuaciones. Era suficiente para darse cuenta de que las inversiones más importantes iban a destinarse al sur, de Barra de Tijuca y más allá; es decir, lejos de la ciudad compacta. La misma opción que se tomó en 1992 con la creación de “Río Centro” –que no es Río ni es centro– ahora se multiplicaba exponencialmente. Se invertía en las zonas ricas, residenciales o de “servicios de excelencia”, a los que se dotaba de equipamiento e infraestructura para multiplicar el valor del suelo. Los costes sociales y ambientales iban a ser enormes.