Escuelas seguras. Securitización y policiamiento en escuelas secundarias en el partido de Quilmes.
Fecha
2019-05-02Resumen
En la última década la seguridad se ha convertido en una obsesión. La gramática de la seguridad empieza a permear distintas instituciones redefiniendo sus prácticas que, hasta hace un tiempo, se desenvolvían en base a otras lógicas y dinámicas. Una de esas instituciones es la escuela. En investigaciones anteriores que hemos desarrollado desde el LESyC en escuelas secundarias sobre el hostigamiento policial hemos visto la centralidad que empieza a tener la seguridad en esos establecimientos. Instalación de alarmas o sistemas de monitoreo, elevación de muros y puesta de rejas, propuestas de instalación de tecnología de videovigilancia, llamados periódicos a la policía, reclamo de luminarias, corredores seguros, etc. La demanda y adopción de estas medidas de seguridad, pueden estar acompañadas con el desarrollo de otras prácticas, a saber: controles identitarios, requisas de pertenencias, cacheos a los alumnos, amonestaciones y expulsiones, estigmas, etc. El destrato y el maltrato no son patrimonio de las policías. Esas mismas agresiones morales pudimos encontrarlas en las escuelas medias. Prácticas muchas veces naturalizadas por los distintos actores de la comunidad escolar (maestros, padres, alumnos). Los mismos jóvenes que son detenidos sistemáticamente por averiguación de identidad por las policías, por “portación de cara”, suelen ser los mismos que son etiquetados en las escuelas como “problemáticos”, “vagos”, “distraídos”, “violentos”, “indisciplinados”, “bullangueros”, “hiperquinéticos” y “maleducados”. De hecho pudimos constatar que muchos de esos alumnos fueron reprobados hasta la suspensión o la expulsión por los problemas de conducta. En esta investigación nos interesa explorar la relación que existe entre la obsesión securitaria de la comunidad escolar y el policiamiento de las relaciones escolares. Como escuchamos en más de una oportunidad: “los maestros se ponen la gorra”. ¿Qué significa “ponerse la gorra”? ¿Por qué los jóvenes identifican como un “engorre” a esas acciones? Nos interesa, entonces, pensar la dimensión moral de la violencia de estas prácticas, pero también cómo viven los y las alumnas estas “prácticas escolares” y las estrategias que desarrollan para hacer frente a las mismas. Las preguntas que orientarán nuestra investigación son las siguientes: ¿Cuáles son los eventos cotidianos que la escuela referencia como problemática? ¿Qué papel juega la gramática de la seguridad en el encuadre de esas problemáticas? ¿Cómo manejan los maestros las situaciones que perciben como violentas? ¿Cómo la referencian y viven los y las jóvenes de esos establecimientos?