Notas sobre Gramsci y las ciencias sociales
Resumo
No es mi intención elaborar, en este breve texto, una interpretación abarcadora y exhaustiva de la obra de Gramsci. Varios autores ya lo han hecho, y creo, además, que mi contribución en ese ámbito sería de poca utilidad. Mi punto de partida es otro y lo construyo a partir de una pregunta: ¿qué puede extraer, hoy, un científico social de la lectura de su obra? Se trata, por tanto, de un ángulo unilateral e interesado, que deja de lado un análisis riguroso de los conceptos y privilegia la relación del autor con el universo de las ciencias sociales. Creo que cuestiones tales como “¿Fue Gramsci un sociólogo” o “¿Fue un científico político?”, llevan a formular un conjunto de problemas falsos, pues, como marxista y militante, sus intereses trascendían las fronteras entre las disciplinas y tenían como referencia directa el campo de la práctica política. Pero la indagación que subyace a este ensayo tiene su razón de ser: siempre tuve fascinación por sus escritos. A fines de la década de 1970 estudié sistemáticamente los Quaderni del carcere, lo que me estimuló a escribir algunos estudios publicados en mi libro A consciência fragmentada. En ese momento me llamó la atención menos la perspectiva específicamente política (partido, revolución o reforma, Estado, fuerza y consenso) que el esfuerzo argumentativo del autor, que expresaba una poderosa mente analítica capaz de formular y aprehender una serie de problemas sociológicos. Ello me condujo a comparar su abordaje de la problemática de la religión con el de Max Weber. Retomo así una intuición antigua, pero ahora, en un momento diferente de mi vida y de la historia de las sociedades, con el propósito de darle forma y coherencia.