El destierro de los dioses. Las estrategias teóricas de John Rawls y Richard Rorty para erradicar a la metafísica de los debates políticos contemporáneos
Abstract
La apelación a argumentos esencialistas o metafísicos en el marco de la discusión pública conlleva dos riesgos: (i) la imposibilidad de alcanzar acuerdos entre las partes en pugna (ii) la exclusión de una porción de la ciudadanía ajena, parcial o completamente, al alcance de dichos argumentos. Los fundamentos metafísicos son aquellos basados en visiones religiosas, morales o filosóficas comprehensivas. Si pensamos en el proyecto político, en principio occidental, de concebir sociedades democráticas y liberales, las dos cuestiones planteadas implican problemas de cierta gravedad. De extenderse (i) la inestabilidad permanente pondría en riesgo la factibilidad y legitimidad del gobierno y, por consiguiente, a la propia unión social. De hacerlo (ii) dicha exclusión, en caso de que estos argumentos esencialistas se transformen en políticas de gobierno, significaría un cercenamiento de libertades e igualdades universales, poniendo en cuestión determinadas garantías individuales ya consolidadas, u obstaculizando la formulación de nuevos derechos. Ambas (i) y (ii) restringen o desconocen una característica extendida y fundamental en las sociedades democráticas y liberales de la actualidad: la pluralidad de formas y proyectos personales y sociales.
John Rawls y Richard Rorty, ambos exponentes del liberalismo político contemporáneo, han desarrollado ideas y argumentos con la intención de limpiar estos restos metafísicos del espacio público. El primero elabora una concepción de la justicia como política (no metafísica) y desarrolla la idea de razón pública, mientras que el segundo trabaja la propuesta del etnocentrismo para fomentar la construcción de comunidades conversacionales nacionales e inclusivas y, a su vez, argumenta la prioridad de la democracia liberal por sobre la filosofía. El interrogante principal de la tesis es, pues, comprender cómo dos autores centrales del liberalismo político construyen gran parte de su pensamiento filosófico político en defensa del pluralismo social y la autonomía de las personas, en términos de libertad e igualdad garantizadas por normas e instituciones democráticas, frente a la amenaza de los intentos, aun cuando estos sean bien intencionados, de eliminar la diferencia o heterogeneidad social. La historia nos ha mostrado el peligro del avance de argumentos esencialistas en el marco de sociedades democráticas. Hacia derecha e izquierda, si usamos la vieja metáfora espacial, el peligro de la propagación fundamentalista resultó fatal tanto para las poblaciones gobernadas como para la propia democracia liberal en cuanto régimen político.
Consideramos que el éxito del propósito de Rawls y Rorty contribuiría al enriquecimiento de una discusión política incluyente, la cual evite exclusiones de facto por pertenencia religiosa, diferencias morales o filosóficas, o cualquier otra justificación dogmática. Porque creemos, y he aquí la hipótesis, que un escenario de mayor limitación de los argumentos dogmáticos o comprehensivos en los espacios centrales donde se desenvuelve la discusión pública, arrinconándolos dentro de un marco político no abarcador o general acerca de lo humano, permitirá la eliminación de los argumentos inapelables o absolutos, facilitando de esta manera la posibilidad de lograr acuerdos políticos y evitando ipso facto la exclusión de quienes sostengan otras perspectivas de base.